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Pues aún con todo, o quizá por todo, tengo unas ganas de Tartiere, de dar un paso al frente y de darle la vuelta a esto… terribles.

Zygmund Bauman, sociólogo y creador del concepto «modernidad líquida», siempre defendió que la sociedad evolucionaba a una realidad en la que nada es sólido, en la que nuestros acuerdos son «temporales, pasajeros, válidos solo hasta nuevo aviso”. Para muchos era un pesimista, para mí era un visionario, un revolucionario atemporal, porque adelantado a su tiempo quizá se queda corto.

Entre toda esta ‘liquidez’, entendida como cualidad de lo líquido, hay un montón de pequeños grandes islotes que se constituyen como excepciones de las reglas rubricadas por el polaco, que desgranó hasta sus últimos días -su voz se apagó el pasado martes a los 91 años- el carácter individualista de la sociedad y la desigualdad patente en la misma.

Muchos -los que no dejaron de leer en el segundo párrafo- se preguntarán qué tiene que ver esto con el Oviedo, con su Oviedo. O tan siquiera con el momento por el que pasa la actualidad deportiva del club.

A veces, cuando no hay respuestas o cuando no nos compete a nosotros darlas -véase la parcela estrictamente deportiva, donde sólo podemos opinar y habrá decenas de opciones válidas-, hay que plantearse preguntas. Y a mí, que antes que periodista me sentí oviedista, sólo se me ocurre pensar… ¿qué tienen/tenemos que perder?

La del Oviedo es una afición a la que, aún despojándola de todo lo posible, no le arrebataron nada de lo importante. Y es que esto último, lo esencial, es inherente a las personas. Personas que, entre el individualismo que nos caracteriza y la desigualdad de clase, origen o condición que nos organiza, son capaces de minimizar las diferencias hasta llegar a lo puramente esencial, al rasgo común y más sentimental: su equipo de fútbol. Y ese compromiso no es líquido ni volátil, es sólido e innegociable. Por eso esta afición, que ni siquiera se pone de acuerdo para dibujar una alineación, escoger un entrenador o sintonizar una u otra emisora, es capaz de minimizar todo lo que va mal, y  de cuidar, con mimo y absoluta unidad, de lo importante, como si de un hijo se tratara. Este hijo tiene miles de padres y madres. Y ese cariño, y también preocupación, es constante.

Por eso cuando cae, cuando se equivoca o cuando va mal encaminado, duele más, se le insiste más, y se le advierte más. Pero en ese mismo momento, cuando va a caer o cuando ya está sobre el suelo, se le insufla en los pulmones más aire, se le tiende más fuerte la mano o se corre en su auxilio con un ‘si tú quieres yo te levanto’ en lugar de un ‘te lo dije’. Por eso un empate cuando se da una lección magistral de ‘huevarios’ sobre el césped es la mayor de las victorias. Por eso, esta afición pite o no, no pide tanto. Solo pide trabajo, actitud y entrega.  Aunque sea por contrato y no incondicional, no de cuna o de pación; tanto si es por sentimiento o por profesionalidad, ninguna de las dos son negociables. Por eso tres derrotas consecutivas, cuatro goleadas fuera de casa y una imagen deplorable pueden ser la mayor de las pesadillas para un jugador o un entrenador, pero también pueden ser la mayor oportunidad para empezar a dar lo que hace falta cuando uno se enfunda esta elástica, cuando todo está en contra, lo hayas buscado tú o no.

Por eso no importa si nos pitan o no, quien pite o no, por eso… como dijo Calero en el brindis con la prensa, hay que respetar la parcela de cada uno y ser naturales para con nuestro trabajo. Porque es eso, ‘solo’ un trabajo en comparación con la responsabilidad que entraña desempeñarlo, que es común, sólida y tangible. Eso incluye a los Guardianes del Escudo -aficionados, pa’ los de fuera-.

Natural, como equivocarse, como perder, como los líderes de Hierro… a los que espero ver entrar en acción y me da en la nariz que ya lo están haciendo. Los naturales. Que no son de aquí o allí, son personas sólidas -que no líquidas- que asumen la responsabilidad colectiva desde la individual, y no al revés. Y que ya lo han hecho más veces, que ya bajaron para subir, y no al revés.

Tenemos dos opciones, todos tenemos más de una siempre, hasta en la más absoluta de las oscuridades. Una dejarnos llevar, porque la dinámica es una mierda y las soluciones se antojan lejanas. Otra, dar un golpe -a tiempo- en la mesa. No hay que ser el FC Barcelona para hacer milagros en esta complicada pero retorcida división. Para muestra un -que aún escuece- Osasuna.

Si prácticamente no tenemos más que perder -mal juego, sensaciones nefastas, puntos volatilizados-, sólo tenemos que ganar. Si no tenemos un juego reconocible, tenemos que tener coraje suficiente para que se nos reconozca por él. Empatía suficiente para que los once que pisen el césped jueguen a lo mismo y lo hagan con la misma intensidad, a sabiendas de cuales son las tres cosas básicas que caracterizan el equipo en el que juegan: el orgullo, el valor y la garra. Que de palabra lo sabemos todos, pero convertir las palabras en un lema es otra cosa, y la ausencia de hechos hace que las palabras sufran, se debiliten y clamen por su propia dignidad. Eso es algo que ocurrió el año pasado  y que, como no se olvidará nunca, no va a volver a pasar este.

Lo que te hace rocoso y peligroso va por dentro. Tiene más que ver con la dignidad que con el fútbol y espero que lo tengamos dentro. Eso, al menos, nos hará impredecibles.

Pues aún con todo, o quizá por todo, tengo unas ganas de Tartiere, de dar un paso al frente y de darle la vuelta a esto… terribles.

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Es natural pensar que tus piedras en el camino siempre son las más pesadas, las más inoportunas, o que, en tu lucha por llegar, tus pies son los que más llagas han tenido. Es natural que cuando te sientes sólo, estás perdido, o no tienes ni puta idea de cómo solventar una situación difícil pienses que todo actúa en tu contra… Es natural, pero eso es sólo un acto reflejo. Es natural, pero acabará convirtiéndose en miedo si haces realidad lo que sólo es un reflejo. Siempre hay alguien en peor situación que tú. Siempre. Porque, para salir de lo malo, a veces no basta con ser el mejor, sino el que más preparado está para afrontarlo. Cuando el tiro en el pie te lo das tú mismo, el no estar preparado deja de ser una excusa; se convierte en un punto de partida con el que tienes que morir luchando.

Hace semanas que la llanura por la que paseaba el Oviedo en su vuelta a la fiesta del fútbol se convirtió en cuesta arriba y la sensación es tan de vacío, de incomprensión, que aún no se ha cerrado una herida que sólo la entrega por la causa podría curar. Hemos perdido la mayor parte de los días de esas semanas en buscar culpables, en decidir qué se podía contar y qué no; en elucubrar sobre qué quería escuchar el otro y sobre qué era necesario saber. Y digo hemos porque lo hemos hecho desde los periodistas hasta la afición, pasando, fundamentalmente, por el club, incapaz de gestionar con naturaleza una situación que poco tenía de natural. He ahí la dificultad; eh ahí también el reto de fe en el que se ve la afición.

Sin saber hubo que creer; y el resultado no fue mucho mejor. El paseo tranquilo por Segunda, saboreando cada domingo, dejó paso a la grada uniforme que ahora, sin dejar de serlo, se bate entre el derecho o no a la crítica, la desilusión y el apoyo incondicional a un escudo que se extiende casi por defecto a quienes lo portan. Una grada que venía de perdonar todo porque, con todo lo andado juntos, no había nada que perdonar… los descuidos, los días malos, la falta de suerte o acierto, los tenemos todos. Una grada que ahora anima, pero también se enfada… y con razón, porque las cosas no salen. Se enfada porque antes no se estudiaba al rival, pero se puntuaba, y ahora que sí, la pelota no entra. Y hasta los que no quieren críticas critican ese enfado, cuando, en realidad, ese enfado es el más natural; es el que debiera compartir desde el primer jugador o entrenador al que no salen las cosas hasta el último de los aficionados que sufre cada revés. Es ese enfado que tiene uno cuando está hasta arriba de mierda, cuando da todo y no recibe nada. Si jugadores y grada se sienten igual; ni el enfado ni la frustración inicial tras un varapalo debiera ser un problema, sino un punto común desde el que construir.

Carlos Tartiere

Entre ese reflejo de las cosas que no salen y la realidad de las que aún pueden salir bien está la autocrítica idónea, la que se aplica de dentro hacia afuera, o de afuera hacia adentro. Me da igual el orden. No vamos a dejar pasar el tren ahora por una cuestión de celo, no cuando hasta aquí nos ha traído la franqueza de hacer las cosas bien. Y si no se han hecho, que no las hemos hecho, a tres finales de algo de un valor incalculable no importa. Importó antes, lo hará -y mucho- luego, pero no importa ahora. Que no cuente no quiere decir que no pueda restar si se obvia, por lo que, con más motivo aún, habrá que escalar a sabiendas de ello.

Y es que para salir de esa espiral el primer paso no se da con la cabeza sino con el corazón porque, en cuanto te falle la primera lo harán los pies y será entonces cuando tendrás que volver a tirar con más fuerza aún del corazón. El orgullo, el valor y la garra no se entrenan ni se adquieren a base de repetirlo en voz alta; eso hay que sentirlo antes de que haga falta. Ese mismo corazón que que hace que, aún sabiendo tus puntos débiles, o precisamente por asumirlos, magnifiques los fuertes.

Sea por lo que fuera. las semanas, los traspiés y las oportunidades perdidas se acumulan unos detrás de otros sin que tengamos demasiado claro los puntos, ni los fuertes fuera, ni los débiles dentro. O al menos, ese sin sabor me queda a mí. Había un “desde fuera” y un “desde dentro”; y esa, esa es la mayor división. No importa tanto el rival cuando ya no tienes nada que perder, si no tu fortaleza, el conocimiento que tengas de ti mismo, la idea con la que vayas a morir. Como murió Cervero cabeceando frente a Aulestia en un último salto, un salto más. De esos en los que crees por encima de tus facultades. Como esos 3.155 que latieron más y mejor que 19.845 en Carranza, no por voz ni adaptación al campo rival; simplemente tenían muy claro a qué habían viajado a Cádiz. No todos pudieron entrar al campo, pero todos derribaron a patadas las puertas de entrada al cielo. No éramos más ni mejores, pero éramos.

Ahora tampoco somos más ni mejores que nadie, esto es Segunda División, pero hasta en la Champions League podemos ser si queremos ser. Lo hemos hecho tantas veces que a la afición, por mucho que se autolesione, le sale de manera innata eso de unirse para morir a pie de campo. Y ese, ese es el punto más fuerte. La realidad es que por mucho que la grada sume y pese, la afición necesita a los jugadores en el campo tanto o más que los jugadores a ella. ¿Cómo le voy a pedir a una grada que me crea en mí si mis brazos se bajan de la mano de mis opciones? ¿Cómo si no veo ni asumo con franqueza el error tras el traspiés? ¿Cómo empatizo con ella si mis mensajes son de venta al por mayor? ¿Cómo, si pensé que mejoraría lo que había y ahora me ganan a corazón, que es lo básico? Bilbao, Huesca, Llagostera, Almería… Falta alguien que hable con él en la mano; alguien a quien se le entienda.

Es fútbol y todo cambia si entra la pelotita, aunque sería errar el tiro olvidar que también es oviedismo y eso es pasional, no son matemáticas. Si lo fueran mi trabajo sería mucho más fácil, pero, como no hay fórmula inequívoca, cada derrota con excusas pone en jaque el concepto que tengo de mi profesión -por no hablar de su futuro-, y, lo que más me jode, menoscaba mi ilusión, que esa sí que la firmé para toda la vida. No hay tiempo para lamentaciones ni reproches, ni siquiera para buscar los porqués que nos faltan. Hay que reducir el juego a la mínima expresión: ganar. Si te van a vencer que no sea porque tú pierdas, porque no es lo mismo y sobran los ejemplos. No me siento más cerca de la frustración de lo que puede sentirse el propio futbolista cuando pierde, pero tampoco más lejos. Y comprender eso quizá fuera lo que nos hizo no ser ni más ni mejores, pero sí ser algo en lo que creíamos todos. Ser uno solo; que la decepción y la alegría fueran recíprocas , pero de verdad. Decirlo está hasta de más cuando gran parte de la plantilla ha vivido y revivido esa sensación en esta ciudad. Así que más fácil aún; sólo hay que recordarlo.

Aún está fresca la victoria del Almería, la del corazón, y aún -y pronto se acabarán los ‘aún’- estamos a tiempo de usar el nuestro para ganar. Yo lo pongo el jueves a vuestra disposición, y el domingo, y el sábado. Y los días que luchéis por pintar de playoff. Es incondicional. Hay otros 20.000 ahí fuera, con tanta hambre y fe -porque cuando se cree en lo que se ve es fe- como el mío. La responsabilidad que implican era sabida por todos, las alas que os pueden dar… eso sí que no se entiende si no se está dentro. Aprovechadlo. Disfrutadlo. Es de todos; sólo hay un barco y lo capitaneáis vosotros. #GanarAlLeganés

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El vestuario

En el fútbol aprendes muchas cosas malas, es más, seguramente sea el sitio en el que primero tomas contacto con los insultos, los complejos, la rivalidad y la impotencia. Un campo de fútbol, y por ende un vestuario, es un escenario proclive a la confrontación, a la frustración y al choque de caracteres e ideas. Pero el fútbol, y con él todos sus escenarios, no deja de ser similar a la vida, y con ella todo su aprendizaje. No es responsable en sí mismo, depende del uso que hagas de él y de lo preparado que estés para entenderlo.

Cuando uno entra de lleno en un vestuario nunca sabe qué se va a encontrar, pero si tiene claro -o las descubrirá pronto- cuáles son sus virtudes y sus fortalezas, esas que, por una u otra razón, la vida ha ido o está a punto de imprimir en él. Y no podemos cambiarnos, no si por ello entendemos anular el qué somos: nuestras manías, nuestros miedos, nuestras virtudes, nuestra sexualidad, nuestro carácter… o todas esas finas capas con las que, acertada o erróneamente, hemos ido conformando nuestra personalidad. Esa que, por suplencias, lesiones, elevadas expectativas, fallos -ir-reparables,  humillaciones, fracasos o guerra de egos, va a ir evolucionando en una prueba constante.

El fútbol es pues aprendizaje, pero si hay una lección importante en él es la aceptación; la aceptación que empieza por uno mismo y acaba por el rival,  o viceversa. Esa misma que se fragua en el propio seno del vestuario con uno de los pasos más francos y saludables para un equipo: la aceptación del compañero.

Cuando dos personas tienen un objetivo común se entienden, se acaban entendiendo. No tienen que caerse bien, ni quedar fuera del vestuario. Ni tan siquiera entenderse. Y si con todo no se aceptan es porque tal objetivo no eran ni tan objetivo ni tan común para alguna de ellas. Un grupo lo forman partes que, en la mayoría de las ocasiones y pese a la igualdad del marco que las envuelve, pueden ser totalmente distintas. Partes que cuajan afinidades con unas y apatías con otras, pero que, en cada uno de los grados acaban alcanzando un nexo común: el equipo. El fútbol. Y entonces, entre la callada, la soberbia, la pasota, la seria, la pesada y la didáctica, acaba naciendo algo, magia. Y lo hace en forma de desmarque, de pase en profundidad, de robo entre dos, de fuera de juego coordinado, de ayuda en defensa o de pase sin mirar bien leído por la otra.

El fútbol es magia, es capaz de unir, como la vida, todo aquello que parece fragmentado, diferente. Es como la solidaridad cuando, personificada, mueve millones de manos desconocidas a la vez, en un sólo instante. Es como cuando en la derrota, sola con tus debilidades, complejos o frustraciones, aprendes a encontrar el hueco, te adelantas a la siguiente jugada, o esquivas la entrada que se interpone entre tus pasos y la línea de gol. Es como cuando entiendes que lo que nos une está muy, pero que muy por encima de lo que nos diferencia.

No hay mejor grupo que el que se autogestiona; por encima de lo externo, por encima de los egos… por debajo, siempre, de lo bueno que eres capaz de hacer junto al que se sienta contigo en el banco. No hay mejor entrenador que el que es capaz de perder, aunque sea la razón, para que los demás ganen, aunque sea una lección. Y todo sin llevarte mérito alguno, en la más absoluta de las discreciones. Con la solapa vacía de medallas y la mirada bien limpia. Un vestuario es tan sagrado, que en un estadio se construyen entre la gente y el campo. Lo más lejos de los despachos.

El secreto no está en ser iguales, porque, de ser así, habría equipos de sólo once porteros o de once delanteros. Si se buscan futbolistas de perfiles distintos, ¿por qué iba a ser bueno personalidades idénticas? La locuaz no encontraría quien la escuchara y la callada acabaria respondiendo a su mente de tan alto que la iba a escuchar. Qué decir de un vestuario de soberbias sin coherentes, o de mandonas sin pacientes, o de lloronas sin alegres. El fútbol no es buscar a un igual, es más fácil que todo eso: sólo hay que mirar a la persona que tienes enfrente y estar seguros de que os mueve lo mismo. Entonces, puedes con todo. No te enervas ni buscas la diferencia, sonríes hacia adentro y aceptas al otro, casi como quien acepta a un hermano sin haberlo elegido.

Que los egos no tapen el cielo, que el fútbol mande en la hierba. Yo necesito seguir tomando nota de todo lo que me enseña en la vida.

VESTUARIO

FB_IMG_1431559351556Cuando uno es periodista, eso te persigue a todas partes. Uno nunca sabe cuántos telediarios le quedan en esta profesión, pero fuera de eso, hay cosas que no tienen fecha de caducidad. Cuando escribo sobre el Oviedo fuera de la emisora, no soy capaz de hacerlo como periodista, la persona se antepone a todo.

Y es que cómo si no va a hablar un periodista de sentimientos, si no lo hace desde la persona. Siempre me pareció soez y teatral el periodismo de bufanda, pero es que una cosa es lo que sientas y otra la información que des. En este mes y pico que me ha regalado Chisco al frente de su programa he comprendido que no hay que dejar la bufanda fuera, simplemente tratar la información con el respeto y cuidado que se merece, se corresponda o no con tu bufanda. Por eso respeto tanto Gijón, por eso no me resultó complicado trabajar con la información del Sporting, al contrario.

Quizá lo complicado sea narrar un gol de Cervero en el minuto ochenta sin llorar. Pero, por suerte, mi micro estaba apagado y Javier Barbero a los mandos. Por suerte, no tengo esa responsabilidad. Creo que sólo Pepe y Jorge, de Radio Marca, me vieron encerrarme en mí misma. Y es que, qué pasaría si en el momento culmen del partido, yo estoy llorando como una niña chica en una esquina de la cabina, con la cara medio tapada, sin que me llegue la voz a la garganta. Qué dificil es ser periodista, qué dificil es no sentir. No sentir un deshaucio, una injusticia o una pérdida ajena, no sentir unos colores… salvando totalmente las distancias kilométricas que hay entre ambas realidades. Ojalá todas las noticias que un profesional tuviera que dar fueran del calado que tiene el ámbito deportivo, y no desgracias humanas. Qué fácil es en comparación, pero qué nudo en el estómago. Bastante dolor hay en el mundo, como para que a una no le apetezca cantar alegrías, ver cómo el cielo reparte ilusión en eso que dicen, es lo más importante de lo menos importante. ‘Sólo’ fútbol al fín y al cabo.

Yo sé cómo va a acabar el partido de Cádiz. Todos lo sabemos. Lloraremos. Lloraremos como niños. Sólo queda ver si de alegría o de desolación. Son muchos los oviedistas que viajan con miles de kilómetros a sus espaldas, con resultados grabados a fuego en su piel, y con lágrimas y decepciones revoloteando por su mente. Mente que te dice, no te ilusiones, que la hostia puede ser muy grande. Pero no viajan impulsados por su mente, viajan con el corazón en la mano, por delante. Y ese órgano traidor dice alto y claro que esta vez sí. Que no sólo hay pies, como dice Sergio Egea, que no sólo hay estadísticas… Este año hay cabeza, y corazón. Y cuando uno falle siempre estará el otro. Cuando Linares no acierte, saldrá Diego. Y si no mete uno, lo hará el otro cuando su compañero desplace a los defensas. Y si no, no os preocupéis, que esta vez sí, nos caerá el rechace. La reventará Omgba desde la frontal, o caerá en los pies de Erice para que meta el gol más antiestético de la historia de las eliminatorias, pero será ‘el gol’.

Porque si falla David, corregirá Vila. Y si Jonathan deja su posición, Fernández recolocará la defensa atando en corto con la ayuda de Bautista. Y quizá esta vez sí, Sergio García meta también las fáciles, y no sólo los goles imposibles que se adjudica el zamorano. Y Font levantará por fin la cabeza, y dará el pase de siempre, el último. Quién sabe si cruzará Borja Valle de lado a lado el área, para hacerse con él, porque no se pone límites en el campo. Si no hay el hueco, Borja lo crea. Qué fácil parece todo, cuando tienes a un lateral que te centra como si fuera extremo, uno de casa, de sonrisa tímida pero descaro arriba. Y sí, me lo estoy creyendo. Porque si no creemos en nosotros mismos quién va a creer. A Susaeta no hay que decirle nada, sabe dónde y cómo ponerla. Y con eso basta. Con nosotros mismos basta. Desde que Esteban cambió el todo por ‘su todo’, su casa, basta. Qué decir de esta plantilla, que no son once, sino veinte. Y, si me apuras, veinticinco. Diegui (Johanneson, para los entendidos) da buena fe de ello.

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Hay que fijar a Jona atrás, hay que mover las líneas juntas. Leer más y mejor, y el partido también. Que hemos apostado por la cabeza, y por el corazón. Y si falla uno tirará el otro. Y si no, antes, durante y después, 3.000 voces gritarán en nombre de todas el camino, la salida, el hueco… Que sí joder, que vamos a ascender.

Y si no es hoy, será mañana. Pero esta vez sí. Esta vez tenemos que creer, porque es imposible no creer. Y de reponerse hay tiempo, el tiempo que nos lleve cruzar España de vuelta a casa. Pero ahí se acaba el duelo. Seguimos aquí, adelante, y quizá sin voz y con una bofetada en la cara, pero con el corazón intacto. Nos han quitado todo lo que nos podían quitar, y no lograron acabar con esto. Ahora lo tenemos todo, y 90 minutos más no van a cambiar eso, sólo marcan de qué manera subimos.

Soy la tipa más prudente del mundo, pero no está la vida como para nadar y guardar la ropa. ¿Qué son doce años frente a noventa minutos? Hay que ir con todo, sin miedo a acabar en el camino más largo y difícil. Porque para camino largo y difícil, Tercera, y Segunda B, y Gabino… qué os van a contar a vosotros de dificultad, que os habéis visto sin nada y con todo, pero en contra.

Y lo escribo, y me lo creo. Y miro y escucho a los jugadores, y me lo creo. Porque si bien hablo poco, escucho mucho. Y sí, este año es diferente. Si Diego sale y marca no es suerte, no es justicia, no es casualidad… Es que este año sí, este año el trabajo va marcando el camino para la recompensa. Y con aciertos, errores y cosas que mejorar, detrás de este Real Oviedo hay mucho trabajo. El que se ha hecho dentro, y el que se hace desde fuera. Y si mañana ambos se combinaran, ojo, que no pongan puertas al campo, porque este sentimiento no tiene límites. Porque mucha gente vuelca no sólo su dinero, eso es lo que más cuesta pero lo de menos, mucha gente vuelca su vida, su ánimo, su tiempo y su esfuerzo en este club. Y bien saben los más ricos del mundo, que nada de eso tiene precio. Por eso vinieron, por eso se quedan, y por eso disfrutan siendo uno más. Porque este, nuestro momento, no tiene precio.

He visto a mi rojiblanco y tozudo padre aplaudir un gol de Omgba en el Carlos Tartiere, y a mi madre emocionarse con mi trabajo y aprenderse el nombre de Cervero sólo para pedir su entrada en el campo. Les he visto dejarse ambos el alma y el dinero una y otra vez para que yo pueda disfrutar esto. Me he reído con mi hermana pequeña, a la que he visto buscar palabras con las que describir, incrédula, el ambiente en la previa de un partido, y es que como muchos otros niños, no sabía lo que era. Y eso, eso no tiene precio. Hay niños un poco más grandes incluso, que siguen siendo niños cuando pisan el Tartiere, y que, como hace mi novio, se aferran a la mano invisible de ese abuelo que les llevaba una y otra vez al campo… Abuelos y padres que, por otra parte, hoy tienen asiento en el palco más alto del templo.

Un sueño compartido, es un sueño imparable, y este, el del Real Oviedo ya ni se sabe cuántas almas representa. Quizá algún día el gran Roberto Bayón lo pueda cuantificar en uno de sus inequívocos documentos de excel, pero sin duda, se quedaría corto o desactualizado a los diez minutos. El móvil de Matías sufre el frenético ritmo de fichajes a esta causa, y la pobre Leti también. Qué trabajo tan personal como desinteresado hacen los condenados. Son tantos y tan buenos que es imposible nombrarlos a todos sin olvidarte de alguien. Los que han estado, los que permanecen de un modo u otro, y los que se suman a diario.

Disfrutad, por los que lo hacen desde arriba, que seguro que ven las cosas con más perspectiva que nosotros y nos darían mil consejos mejores que esta sopa de palabras. Llorad, que es sano, pero sin que nada os tape el sol; mil veces ya habéis demostrado que, pase lo que pase, el sentimiento permanece y se hace más fuerte. Y por mi parte, y con el corazón en la mano… Gracias Chisco, gracias Onda Cero, porque sólo hay una cosa que me haga más feliz que mi vocación periodística, y no es otra que ejercerla con el Real Oviedo. Algo que habría resultado casi imposible sin Ramón Julio, que me tendió la mano el primer día y no me la ha soltado desde entonces (la del puro no, la otra). Gracias.

La maquinaria está en marcha, y como dice Miguel Fernandi, y esa frase es atemporal, ‘esti muertu ta muy vivu’. Y cada día lo estará más que el anterior, que no os quepa duda.

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Anoche, releyendo el libro de Eduardo Muñoz, ’50 historias del Real Oviedo’, pensé para mis adentros que ahora, con todo lo que se ha sembrado, este artista de la palabra podría sacar un tomo cada dos meses. Y es que, cuántas historias personales hacen fuerte a este Real Oviedo hoy en día… Y en cuántos idiomas.

Recordaba, no sin notar cómo se me erizaba la piel, las colas que se vieron en las oficinas; veía con nitidez rostros desconocidos para mí de niños y de los que no lo eran tanto, de los que siempre sintieron al Oviedo, y de los que comenzaron a sentirlo entonces. Luego me incomodó la idea de que aquello, tan extraordinario, sólo podría ocurrir una vez en la vida, y que, quizá ahora, no fuéramos tantos ni tuviéramos ya apenas qué dar. Y es que la gente está tan fuerte y comprometida, como extenuados sus bolsillos. Y no por el Oviedo, que es una penitencia que se paga con gusto, sino por la vida. Por todo lo que nos rodeaba entonces y no acaba de disiparse ahora.

Pensé en esos pequeños negocios, que a duras penas llegan a pagar la cuota de autónomos. O de los que no lo son tanto, pero no generan suficiente como para contratar a gente. Pensé que resultaría difícil colocar tantas acciones. Pero fue tan sólo por un segundo.

Porque luego recordé la sonrisa perpetua de Matías, por la que no pasaban las horas de trabajo a destajo. Y como él, decenas de personas, de manera incondicional. Recordé que una tipa de Portland se había vuelto tan loca como nosotros, y fue la primera de muchos. Me di cuenta de que se logró una vez algo impensable, pero también comprendí que no fue casualidad. Que de punta a punta de este país se contó nuestra historia, que de punta a punta del planeta se maravillaron con ella.

Que si a esta gente se le pide que empuje, empujará, que si se le pide que aguante, aguantará. Entendí que si a esta afición se le da lo que se ha ganado con su sudor, sus lágrimas y el fruto de su trabajo… esta afición siempre encontrará una última cosa a la que renunciar por su Real Oviedo.

Me enfadé conmigo misma por quedarme en la superficie, y dejé de pensar que otra vez debiéramos rebuscar euros sueltos en los bolsillos de los pantalones hasta sumar 10.75€. Comprendí que querer es poder, y que si se obró una vez el milagro… lo más difícil estaba hecho. Que, caminante no hay camino, se hace camino al andar. Que quizá no todos tengamos dinero para hacer al club aún más grande, pero que todos teníamos una historia suficientemente grande… como para hacérsela llegar a todos y cuantos son capaces de sentirla. Decía Pedro Zuazua, en esa biblia del oviedismo que es ’50 historias del Real Oviedo’, que la Historia es fría… pero, sin embargo, las historias calientan las almas.

Esteban necesita que calentemos el Tartiere para el playoff, y el Tartiere necesita que avivemos las almas para la ampliación. Que a pocos, como ya hicimos antes, logremos cosas grandes. Que a pocos, pase lo que pase en el césped, o en los despachos, sigamos negándonos a ponerle puertas al campo ni precio al llanto.

No es cuestión de dinero, es cuestión de por qué y en qué se invierten nuestros sueños, nuestro tiempo… Nuestra vida. Anoche era la noche del día mundial de la voz, y qué fácil lo tenía, nuestra mayor arma somos nosotros mismos. Son nuestras voces. Nuestros gestos. Nuestra facilidad para contarle al mundo qué nos late por dentro. Algo que, como lo vemos cada domingo, da igual si en casa o fuera, nos parece normal, pero ni mucho menos lo es. Nosotros somos masa social, ellos son empresas, ellos son aficionados de otros equipos que se emocionan con el nuestro, ellos son los que no creyeron, y ahora se maravillan de lo que habéis logrado todos y cada uno de vosotros. Aquí no sobra nadie, porque venga quien venga, la ayuda cuenta… porque venga quien venga, los que estuvieron ahí siempre, nunca olvidarán sus nombres, sus rostros, sus apodos.

Hay una ampliación por delante, y a nosotros nos toca, como cantaba Extremoduro, amar y ensanchar el alma, engrandecer nuestra voz hasta que retumbe en las montañas y que las mentes adormecidas, escuchen las palabras de amor de nuestras gargantas.

"No tengo fuerzas para rendirme..."

Porque todavía no he tenido tiempo ni para escribirle, pero le sobra cariño y apoyo de la gente. Habrá más días para estar ahí. Hoy toca darle las gracias.

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 http://www.lne.es/deportes/2014/06/23/haber-cumplido-sueno/1604274.html?utm_medium=rss

Coincide tu despedida con mi mudanza, y no son pocas las entradas que he guardado con cariño al quitarlas del corcho: La Roda, Albacete, Tenerife, Bilbao, Madrid, Toledo, Zamora… Infinidad de partidos en los que cruzaba los dedos por verte en el once, porque frente a las dudas que estos años han generado muchos, yo sabía el trabajo, el compromiso y el sentimiento que había detrás de cada carrera, saque de banda o despeje en el área que tú hacías. Y sufría aún más con cada derrota porque era consciente de que a ti eso sí que te hundía la semana.

Rara vez el fútbol es justo con los defensas, y rara vez el Oviedo es justo en general. Pero tú eso ya lo sabías, porque modestia y prudencia eran tus apellidos en ese vestuario y porque vienes de la cantera. Once titulares por delante de ti, pero tú siempre acababas haciéndote con un hueco. Eso es un mérito que suele pasar inadvertido para muchos, porque no brilla ni sale en las estadísticas, pero que habla por sí sólo de la paciencia y constancia de un futbolista. Un futbolista de los que hacen falta en la adversidad. Y el Oviedo nada en la puñetera adversidad.

«Me voy orgulloso de haber jugado en el primer equipo, el de mi ciudad, de haber estado aquí cuatro años y no sólo de eso; jugar en el primer equipo es un orgullo pero el mismo orgullo es sentir el apoyo de la afición durante estos años, me queda dentro y me voy con ello.»

Siempre he pensado que detrás de un futbolista tiene que haber algo más, alguien que sepa dar la cara, hablar ante un micrófono o transmitir sensatez cuando la situación lo requiere. Álvaro es así. Muchísima suerte gemelo, empezaré a coleccionar alguna que otra entrada del Racing de Ferrol, prometido.

Hubo un tiempo en el que sabía mucho más de fútbol de lo que sé ahora, un tiempo en que lo jugaba. Sin embargo cada día entiendo mejor lo que es querer, lo que es querer al equipo que ha marcado toda tu existencia, y duele, duele más que cualquier patada, que cualquier bocadillo.

Los oviedistas, los de siempre, los que gastan su tiempo, dinero y, sobre todo, su ilusión en el Real Oviedo, saben lo que es romperse el cruzado de la rodilla derecha y que, cuando vuelves a tocar pelota, en una jugada malintencionada vuelva a sonar ese catastrófico grito mudo y se te rompa el cruzado de la izquierda. No nos dejan jugar, no nos dejan levantarnos, quitarnos la ponzoña y salir al barro del Tartiere que es donde se pelea de verdad. No jugamos, y los niños no entienden qué ocurre, y los mayores, los mayores están a punto de perder la fe, no en el Oviedo, sino en las personas.

Las patadas, las que te doblegan a meses de recuperación e incertidumbre sobre si volverás, se esperan de los rivales pero cuando te las dan tus compañeros y luego se esconden o lavan las manos, no sólo duelen, encabronan. Un famoso y desprestigiado portugués se preguntaría ¿por qué? y está vez haría bien. ¿POR QUÉ?

Los oviedistas, a los que podríamos referirnos directamente como accionistas, llevan lustros luchando contra fantasmas, contra intereses personales y contra cobardes que tiran la piedra y esconden un puñado de euros o sus verdades. Ya está bien. Que las cosas se hagan a cara descubierta, con el poder que da estar en lo cierto. No poniendo cara de «no me lo esperaba» o a través de compañeros periodistas que funcionan a modo de megáfono.

Es tal la frustración que solo quiero que Carso, de los que nadie ha de dudar, empiecen a trabajar y lo hagan con total libertad y criterio. Tras la triste salida del mejor Consejo que mis ojos han visto, es lo mejor que nos puede pasar. Saben lo que se hacen mejor que nadie y destilan experiencia por los cuatro costados. No hay un oviedista que no considere lícita su postura, pero no de hoy, de siempre. Ellos pusieron la mayoría del capital, ellos gestionan, además, se les respeta y eso no es cuestión de capital, es cuestión de empatía, confianza y profesionalidad.

Ahora bien, hay varias cosas que uno debe saber sobre esta ciudad y su gente. Vestimos de azul, estamos eternamente agradecidos a medio mundo desde el noviembre pasado, nos gusta la sidra, peregrinar al Tartiere y creer que se puede, pero, sobre todo, y empiezo a entenderlo tarde, NO OLVIDAMOS.

No todo vale para este Consejo, para este club; prefiero cinco mexicanos que sepan cómo administrar su dinero y la toma de decisiones, que diez cantamañanas ovetenses, que no oviedistas, abrumados por la oportunidad de medrar profesional o personalmente a costa del club y que no vean más allá de sus tristes aspiraciones.

Niños, disfrutad de la inocencia, de la ilusión y de las ganas con las que os levantáis cada domingo, porque, cuando crezcáis, os enfrentaréis a las decepciones con toda la fuerza que hayáis recopilado esos años. Sobre todo, cuando no esté en vuestras manos la solución. Si no miradme a mí, que pago mi impotencia repentina con las servilletas de un bar, en las que no escribo, sino que clavo estas palabras.

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No hay rencor, hay más pena que rencor por esas personas que defraudan. Parece que el Real Oviedo es lo primero, pero sólo lo es cuando no se antepone la avaricia, y ni siquiera deseo que a nadie se le rompa el saco. Sólo quiero que los que se merecen y de verdad les importa, disfruten de su club, sin que se rían de ellos, que los que trabajan por él de corazón no tengan que salir por la puerta de atrás, y, sobre todo, que DEJEN A ESTE CLUB JUGAR DE UNA VEZ AL FÚTBOL.

Me pongo en manos del Grupo Carso, y con toda la confianza del mundo. Estamos en el mismo barco, hay polizones, pero nunca se vio que no volviera a amanecer después de la noche más oscura.

(Práctica de Documentación Digital – Universidad Carlos III Madrid)

El pasado mes de noviembre el Consejo del Real Oviedo hacía públicas las cuentas del club tras la salida del último máximo accionista. La deuda más acuciante de la entidad llegaba a los cuatro millones de euros, y, si en un plazo de dos semanas no se reunían al menos dos de esos cuatro millones, el club desaparecería.

La afición del Oviedo, que ya sacó al equipo de sus amores de la gran crisis económica de 2003, se veía esta vez ante un camino sin retorno: no había más margen, había que pagar la deuda antes de que acabara el año.

La ciudad y la afición se volcaron. En una semana ya se habían recaudado 600.000€ y pronto la llamada de ayuda, cruzó fronteras. De la mano del periodista británico, de corazón oviedista, Sid Lowe, muchos extranjeros colaboraron con la causa tras saber de los problemas del club. Personas de más de 60 países adquieron acciones y Oviedo ha querido homenajearlas.

El pasado 7 de abril, la ciudad celebraba el 87 aniversario del club y para ello, lanzó una invitación a todos los accionistas extranjeros, a los que dedicó la celebración y una de las puertas del Carlos Tartiere. Hacemos un breve repaso por la historia del rescate carbayón.

REFERENCIAS


BSO:
– The Corss: http://www.youtube.com/watch?v=p8WODG-KO50
– The Lumineers: http://www.youtube.com/watch?v=zvCBSSwgtg4

DECLARACIONES:
http://www.youtube.com/watch?NR=1&feature=endscreen&v=V3adGFQE4NQ (Accionista ruso)

http://www.youtube.com/watch?v=RzytjZCsf7I  (Accionistas franceses)

http://www.youtube.com/watch?v=a-9StPhwNIQ (Declaraciones de Arturo Elías en CNN)

RECURSOS:
http://www.rtve.es/alacarta/videos/telediario/telediario-15-horas-09-11-12/1575443/ (Pieza Real Oviedo – RTVE 9/11/12) – Obtenido desde la página de RTVE

http://www.rtve.es/alacarta/videos/telediario/telediario-21-horas-07-04-13/1752553/#aHR0cDovL3d3dy5ydHZlLmVzL2FsYWNhcnRhL2ludGVybm8vY29udGVudHRhYmxlLnNodG1sP3BicT0yJm1vbnRoRmlsdGVyPTQmbW9kbD1UT0MmeWVhckZpbHRlcj0yMDEzJmxvY2FsZT1lcyZwYWdlU2l6ZT0xNSZjdHg9NDUwMzAmdHlwZUZpbHRlcj0zOTgxNiZhZHZTZWFyY2hPcGVuPWZhbHNl (Pieza Real Oviedo – RTVE 7/4/13) – Grabado en Streaming

Las discrepancias con Paco González por la forma en que expresa sus opiniones, o informaciones, enfadan e irritan a gran parte del Oviedismo. A mí me duelen. Me duelen porque una es aún muy niña en esto de la vida, pero ha tenido sus objetivos y ha caminado un poquito por estos lares, y no olvida a quienes la han escuchado a lo largo del camino.

Cuando aún no había entrado en la Facultad de Periodismo, y acababa de abandonar Derecho en Oviedo, el señor Paco González confió en mí, porque una chica futbolista, futbolera y del Oviedo no podía quedarse sin estudiar lo que quería, y como por arte de magia me regaló una oportunidad maravillosa e inmerecida: hacer unas pruebas para la SER.

Con 19 añitos y una mochila, cogí mi primer tren hacia Madrid, con, como se dice, mariposas en el estómago. Hice las pruebas y tras llegar a la entrevista final no me cogieron, obviamente. “Ni siquiera estás en la facultad”, se rieron sin dar crédito a que hubiera llegado a la prueba final… Les respondí que no pasaba nada, que yo ya era feliz por estar allí, por haber entrado en Gran Vía 33 y haberme sentido periodista durante el ratito de charla futbolística que habíamos compartido.

Cinco meses más tarde, con todo el aire del norte en mis pulmones, estaba buscando piso en Madrid, había rehipotecado a mis padres y estaba matriculada en la carrera de Periodismo que hoy estoy a punto de acabar. Pues Paco González, para mí de uno u otro modo, liga mi destino al periodismo, así que como oviedista me enfada, pero como periodista me duele.

[http://www.cope.es/player/id=2013033016480001&activo=10]

Paco González habla de hechos irrefutables, pero no se puede utilizar el adjetivo “irrefutable” cuando lo que se publica son opiniones, propias o ajenas, o en el mejor de los casos información sesgada. No se puede meter caña a un Consejo que, con aciertos o errores, jamás ha quitado la cara a la afición y bajo uno u otro nombre ha estado siempre a su entera disposición. Y los de Pedro Zuazua y Juan Ramón no se me van de la cabeza. No se puede criticar su labor a 500km de distancia con tanta despreocupación porque, y esto no es problema sólo de Paco, sino del periodismo en general, la información está también en la calle y no sólo en los mensajes que se puedan intercambiar con los amigos o compañeros. Pero eso de contrastar las cosas que se van a decir y preguntar antes de hablar está pasado de moda, mola mucho más el periodismo de “tuya” y “mía” de hoy en día en el que todo queda en casa. Dónde va a parar.

Más fácil es publicar a bombo y platillo amenazas a Elías que nadie constata y que, en todo caso, podrían ser de unos pocos, pero creo que si fuera yo alguien importante o popular también las tendría. Dos o tres tontos siempre vienen de fábrica, y Paco lo sabe. Si no estaríamos todos los sábados denunciando durante las diez horas de programa las amenazas que sufre por las redes Juanma Castaño, y no se hace, no se les da bombo. Es más fácil manipular una recogida de firmas orientada a que el Consejo mantenga alguno de sus miembros, y decir que es para evitar la entrada de Carso, cuando esta es altamente respaldada por la gente y no se ha hecho antes a petición de estos últimos.

(Via Oviedo_VAVEL)

Artículo de opinión de Paco González en ABC (via @Oviedo_VAVEL)

Luego están los amigos. Que son lo primero. Lo bien o mal que caiga Marcos López dentro del Oviedismo es algo totalmente independiente de la amistad que tenga con Elías y no es especialmente nuevo. Pero seguimos mezclando las churras con las merinas, porque también queda bien y es un argumento de peso a la hora de informar acerca del rechazo del Oviedo al Grupo Carso. Periodismo del bueno, le dicen cosas feas a Marcos López, osea que la afición no quiere a Arturo Elías.

Si difícil es juzgar de esa manera la labor del Consejo, mucho más difícil es extrapolar dicho análisis frío, descontextualizado y viciado a una afición y calibrar qué siente. Una afición que no salvó al Oviedo en diez minutos de programa radiofónico, que lo salvó con el trabajo de muchos días y con sus sueldos, con su sacrificio, con sus huchas y con su último aliento… porque este sí que era el último aliento. Porque la afición del Oviedo puso dos millones de euros, y eso también es INFORMACIÓN, aunque no venda tanto tras el gran logro de TDJ al contactar con Elías.

A partir de ahí, llega el trabajo del Grupo Carso, inestimable y definitiva ayuda que hizo que Oviedo pegara ojo por las noches, que hizo que todo estuviera listo para empezar de nuevo. Una ciudad que se volcó, vuelca y volcará siempre con el grupo y con la figura de Arturo Elías, porque es muy duro estar sólo, que no confíen en ti. Esa apuesta mexicana por el Oviedismo no se olvida en meses, ni en años. No se olvida nunca. Para una afición que ha pasado lo que ha pasado, y que ha vivido intensamente el trabajo y esfuerzo de estos últimos meses, es muy duro oír que es “desagradecida”. 

La misma campaña a favor del Oviedo se vuelve contraria ahora y aún no sé por qué. Para qué incidir en Marca sobre si está arrepentido el Grupo Carso de invertir, para qué insinuar si debiera haber invertido en otro… Sólo interesa generar polémica, y traducirla en audiencia. No sé qué intereses personales pueden ser tan grandes como para tapar el sol, como para que importe una MIERDA el sacrificio que se hizo durante semanas y meses en esta ciudad, y fuera de ella. Porque si el periodismo está en coma, este en concreto agoniza. Porque si de niña disfrutaba con las bromas en Carrusel, con veintidós años he comprendido que con la información no se juega, que vale más de lo que se paga por ella, que hace daño y que la opinión personal ha acabado por matarla.

Cargar contra el Consejo no te hace más “carsista”, ni viceversa. En este barco que es el Real Oviedo estamos todos una, y los que sobraban se bajaron hace muchos años. Estoy cansada de lo que no es fútbol, esta afición no quiere viejos fantasmas y los pequeños que ya forman la del futuro no quieren nuevos fantasmas… NO SE LOS MERECEN.

Pd. En cierto modo, esto debiera servir para que aprendiéramos a valorar el trabajo que hacen muchos medios, entre los que incluyo merecidísimamente a Deportes Cope Asturias, por trabajar para acercar y conocer de verdad qué ocurre en el deporte asturiano en general, y en el Oviedo en particular. Una vez ya nos dijeron, BA LON CES TO, yo hoy digo, PE RIO DIS MO.

¿Por qué algunas personas se adaptan mejor a las situaciones de la vida y a los demás? ¿Por qué no siempre el alumno más inteligente es el que más lejos llega? No todos superamos los obstáculos y los problemas con la misma facilidad. La llamada «inteligencia emocional» es lo que nos permite desarrollar esa actitud empática y social.

Albergar este tipo de inteligencia nos permite conocer nuestras emociones y comprender las de los demás, tolerar las frustraciones personales y superar los inconvenientes laborales, sociales o educativos a los que nos enfrentamos. El desarrollo de esta inteligencia, cuyo mayor estudioso es David Goleman, nos acerca al desarrollo personal y a la consecución de las espectativas con igual o mayor intensidad que la inteligencia a la que nos referimos comúnmente. Tres expertos en la materia nos abren la puerta de esta habilidad humana y nos explican su relevancia en el proceso formativo del individuo.

Fuentes:

  1. Fragmento de «Diarios de la calle» extraído de Youtube: http://www.youtube.com/watch?v=OLlHZhzCLVA
  2. Efectos de sonido extraídos de internet: http://www.freesound.org/people/kingsrow/sounds/182692/ y http://www.freesound.org/people/kingsrow/sounds/182691/
  3. Música: Whatever – Oasis (instrumental) http://www.youtube.com/watch?v=wDCuxas3SGc
  4. Entrevistas a los especialistas, grabaciones propias:

 Gerardo Fernández, Doctor en Pedagogía.
José Quintanal, profesor de la Facultad de Educación de la UNED.
Jose Luis Llamas, Decano de la Facultad de Educación de la UNED.